Entrevista a Lilya Yusupova en Periodismo Humano
Por Oriol Andres Gallart
- Lectura en 6 minutos - 1088 palabras
“En Chechenia no te juzgan o te encarcelan, te asesinan”
Lilya Yusupova es chechena. Pese a ser pedagoga de formación, su compromiso con los Derechos Humanos ha hecho que renunciara a ello para trabajar en la ONG Memorial, desde dónde investiga y denuncia los abusos contra los Derechos Humanos en la república caucásica. Un trabajo de alto riesgo que puede llegar a pagar con la vida, como demuestra el asesinato el pasado año en Grozni de su compañera Natalia Estemirova, ajusticiada a tiros tras ser secuestrada por unos desconocidos.
Texto: Oriol Andrés y Carlos Castro (Contrast) Publicado en Periodismo Humano ¿Cuál es actualmente la situación en Chechenia? No hay bombardeos, la guerra no está en una fase activa pero la resistencia se mantiene, aún hay guerrilleros chechenos en las montañas. Hace poco se canceló el estado de excepción antiterrorista. Pero hay un miedo somático entre la población. Hay mucha desconfianza entre los mismos chechenos. Un ejemplo, en el momento del secuestro de Natalia, había una vecina que lo vio todo, como Natalia gritaba que la estaban secuestrando mientras la metían en un coche. Si esa mujer hubiera gritado o hubiera llamado a algún activista de la organización para avisarnos, Natalia se hubiera podido salvar. Pero el miedo es tan grande que no hizo nada. Aún hoy no se siente capaz de testificar del miedo que siente. La atmósfera es de tanto miedo como en los tiempos de Stalin. ¿Es miedo al gobierno del presidente Razman Kadírov –checheno pero aliado de Rusia en la represión-? Es miedo al mismo Kadírov. Es un régimen mucho peor a todo lo anterior. No recuerdo nunca tanto miedo y tanta censura, tan poca libertad de prensa. Durante la guerra, nuestros periodistas podían escribir lo qué pensaban y lo qué pasaba. Ahora no pueden escribir nada sobre la impunidad que reina y las constantes violaciones de los Derechos Humanos. Durante los cinco meses que trabajamos en 2009, registramos 86 secuestros con desaparición. Teniendo en cuenta que Memorial sólo tiene presencia en una tercera parte del territorio de la República de Chechenia, habría que multiplicar esta cifra por tres. Este año han disminuido los secuestros… o las autoridades han conseguido callarlas… ¿A nivel social, cuál es la situación? Hace 15 años estábamos en guerra, y aún hoy la desocupación es del 80%. Una situación que se agrava por la corrupción, superior incluso a la que se da en general en Rusia. Uno debe pagar para que le contraten, pero después, al cabo de un mes, le despiden para que otro pague por la plaza. Además, aparte de esto, la población está muy traumatizada. ¿Cómo quedó su organización después del asesinato de Natalia Estemirova? Tras el asesinato, el trabajo de los activistas se hizo muy peligroso. Primero paramos nuestra actividad como acto de protesta para exigir que se abriera una investigación de manera rápida. Pero al cabo de un mes, otra activista fue asesinada junto a su marido. Tras medio año, decidimos reemprender nuestra actividad. No había cambiado nada pero nos dimos cuenta que nuestro trabajo era necesario porque se seguían violando los derechos pero la gente no sabía donde dirigirse. ¿Por qué cree que se asesinan los activistas de Memorial? Porque se dedican a la investigación y denuncia de los crímenes que se perpetran en Chechenia. Las autoridades pretenden hacer creer que controlan el territorio y así lo venden siempre pero el trabajo de Memorial demuestra que no. Ello empeora la imagen que quiere proyectar el poder. ¿Qué la mueve a usted a trabajar como activista? Juntamente con mi marido, periodista, y otros intelectuales de la República estuvimos en la oposición al gobierno de Dudaev, el primer presidente de la República [y uno de los impulsores del independentismo checheno]. Nos dábamos cuenta donde podía llevar esa situación pero la oposición falló y llegamos a la guerra. Yo personalmente me sentí culpable por no haber podido prever en ese momento la situación y por eso, como no podía coger el fusil e irme al monte, mi manera de expresar mi protesta por lo que se estaba haciendo a mi pueblo fue unirme a Memorial. Con alto riesgo para su persona… Sí, era conciente de ello… ¿Usted personalmente ha sido amenazada? Ejercieron presiones sobre mí. No directamente sino a través de mi marido, quien ha escrito artículos muy críticos y afilados con la situación actual. Pero no puedo hablar de ello por lo que comentaba del miedo, si esta entrevista llegara a la mesa de los que nos amenazan, sería peligroso para mí. ¿Cuáles son sus principales miedos? Perder la vida. Aquí no te ponen preso, no te llevan a juicio, te asesinan. No sólo en Chechenia, también asesinan en el extranjero, tienen las manos muy largas. En Londres asesinaron a un hombre checheno que había trabajado de guardaespaldas de Kadírov y cayó en desgracia. Después de haber estado preso en uno de los sótanos cárcel de la residencia de Kadírov, consiguió irse de Chechenia. Lo mataron cuando salía de un supermercado. Te pueden encontrar en cualquier parte del mundo y por eso en la diáspora chechena en Europa hay también mucha desconfianza. Memorial, su organización, es de origen ruso, ¿no? Es una organización que fue creada por los disidentes intelectuales rusos que fueron represaliados por Stalin. Con los años, ha ido diversificando sus actuaciones en diversas direcciones. Mientras una línea aún se dedica a la investigación y denuncia de los crímenes de Stalin, se ha creado también el centro de Derechos Humanos, donde yo trabajo. La oficina principal está en Moscú y hay cuatro oficinas en Chechenia, donde tiene presencia desde hace diez años. ¿Cómo ve el futuro de Chechenia? No creo que la situación pueda cambiar actualmente. Si no hay democracia en Rusia, no habrá cambios en Chechenia y no veo una dinámica positiva. Pero tampoco podemos seguir sólo en esta realidad negativa y tampoco los jóvenes pueden vivir en esta situación. Es por eso que en 2003 creamos otra ONG que se llama Creación para trabajar en la rehabilitación psicológica de los jóvenes y dar formación para acabar con el analfabetismo. Mucha gente que bajó de las montañas huyendo de la guerra y las limpiezas étnicas llevadas a cabo por las tropas federales, no han podido estudiar. Hacemos talleres de formación para jóvenes y maestros, festivales, exposiciones. No sólo hay que denunciar los crímenes, también hay que hacer cosas en positivo… Pero el conflicto de baja intensidad continuará porque las causas de la guerra no han sido solucionadas. Ver la entrevista en Periodismo Humano