Bienvenidos a Amed, bienvenidos al Kurdistán
Por Andreu Jerez
- Lectura en 4 minutos - 836 palabrasLa azafata de tierra hizo una mueca de sorpresa al comprobar en mi billete que, efectivamente, mi vuelo era a Diyarbakir. Supongo que, como buen (supuesto) turista, mi destino debería haber sido Antalia o Izmir. Nada más lejos de la realidad. Al tomar ese avión dejaba atrás una fructífera semana en Estambul cargada de entrevistas con académicos, intelectuales, periodistas, cooperantes y gente a pie de calle para dirigirme a uno de los escenarios de la “cuestión kurda”: la capital del Kurdistán turco. La semana que hoy acaba me ha dejado un buen sabor de boca y, sobre todo, creo, una amplia visión general del actual momento que atraviesa el conflicto. Ahora toca ver de cerca en qué medida coincide la teoría con la realidad. No hay que ser muy observador para percatarse de que en esta zona del Estado turco se está librando una guerra. Ya en el sencillo aeropuerto de Diyarbakir, a ambos lados de su única pista de aterrizaje y despegue, se divisan hangares militares que protegen de la vista de los pasajeros del vuelo doméstico cazas y helicópteros preparados para el combate. También se pueden ver aviones militares de carga y algún que otro policía militarizado. “Bienvenido a Diyarbakir, para los turcos, y Amed, para los kurdos”, me dice diplomáticamente el taxista antes de ofrecerme a un cigarro. Diyarbakir, o Amed, es una ciudad relativamente próspera, con un tráfico relativa y sorprendentemente ordenado, y bastante espaciosa. En sus calles predomina claramente el kurdo como idioma vehicular, y los precios de sus tiendas y cafés son algo más baratos que los de Estambul. En contra de lo que el viajero hubiera podido prejuzgar, en Amed no se ven más mujeres con pañuelo que en la cosmopolista Estambul. “La paz prevalecerá” Llego a Diyarbakir con el tiempo justo para dejar la mochila en el hotel y salir corriendo hacia el Foro Social de Mesopotamia: desde el pasado 22 de septiembre y hasta hoy, su segunda edición ha acogido charlas, debates, exposiciones, proyección de películas y otras actividades con el acento puesto en la resolución de conflictos y el derecho a la autodeterminación de pueblos autóctonos y sin Estado de Oriente Próximo. Todo ello desde posiciones anticapitalistas y con la llamada “primavera árabe” como telón de fondo. La declaración final recoge expresiones como “derechos lingüísticos”, “Estado palestino”, “igualdad de género”. Destaca, sin embargo, la propuesta de uno de los participantes de incluir “la petición de alto el fuego” en la particular guerra que se libra en este escenario. No en vano, durante toda la semana cazas y helicópteros militares han sobrevolado amenazantes el mismo recinto donde se ha celebrado el foro. La guerra se hace presente. “Lo de los vuelos rasantes es una estrategia de guerra psicológica”, me revela Mehmet Masum Süer, fotógrafo y periodista freelance kurdo residente en Diyarbakir. Mehmet expone algunas de sus fotos de los atractivos turísticos del Kurdistán turco. La belleza de sus instántaneas comparte sala con la estremecedora serie documental del Veysi Altay, quien ha fotografiado durante los últimos diez años a los protagonistas de un movimiento similar al de las madres de Plaza de Mayo de Argentina: cada sábado, madres y familiares de desaparecidos a manos de las fuerzas del Estado se concentran en la céntrica y comercial Plaza de Galatasaray de Estambul para pedir cuentas a los asesinos. Su única arma son las fotos de sus familiares muertos. Las concentración semanal se sigue celebrando actualmente. Quedan muchas heridas por reparar en Turquía.

Foto extraída de la serie documental 'We, the disappeared' de Veysi Altay.
12 muertos, 45 heridos Mientras los habitantes de Diyarbakir siguen enzarzados con sus quehaceres cotidianos, como ajenos a la guerra, los muertos siguen goteando tras los atentados del pasado martes en Ankara y Siirt: el sábado, un comando del PKK atacó un cuartel del Ejército, otra vez en Siirt. Esta vez murieron cinco soldados y tres miembros del PKK. El jueves, un policía fue asesinado en el mismo Diyarbakir. En los últimos cuatro días han muerto en total 12 personas, siete de ellos civiles, y 45 personas han resultado heridas. La policía y el Ejército están en alerta en el sureste del país. El sonido atronador de los cazas no es la única muestra de ello. Coches de policía circulan por las calles de Diyarbakir con sus puertas correderas laterales abiertas por las que asoma la punta amenazante de un fusil. Me cruzo también con un par de comisarías: ante ellas no se puede aparcar porque los agentes han acordonado el espacio. Ante las puertas, un agente armado con un fusil bien visible hace guardia parapetado tras una caseta. En las ventanas superiores de los edificios también hay policías militares apostados con sus fusiles. La entrada de un complejo militar está reforzada por sacos de arena, tras los que patrullan dos soldados vestidos de verde. Ante este panorama, se hace difícil evitar la tentación de pensar que el lema de Foro Social de Mesopotamia (“La paz prevalecerá”), cargado de buenas intenciones, peca de cierta puerilidad.